sábado, 12 de julio de 2008

Perdida en la montaña del alma (I)

Caminé muy lento. La humedad de la niebla se filtraba por mi piel hasta el centro de mis huesos.
La lluvia constante distorsionaba mi visión. Mis pensamientos perturbados giraban en mi mente como aves golpeando sus cuerpos confundidos contra muros de cristal.
No pude hablar. Esperé junto a un árbol que llegara la noche.
Esperé.
Miré tus ojos profundos.
En algún lugar de mi memoria subes y bajas por la escalera, buscando el objeto perdido, olvidado. En algún lugar te encuentras ahora, tal vez ya duermes tranquilo.
Así que yo también dormí, temblando de frío. Guardé tu nombre en mis manos y soñé que la luna iluminaba el camino pero no podía pasar porque la sombra de un cerdo mordía las ramas secas, así que mejor me transformé en delicado aroma y subí volando hasta diluir el viento.
La montaña es muy alta, sin embargo no se puede contemplar, siempre cambia, nunca muestra el mismo lado, es muy oscura y misteriosa, es necesario acercarse con conciencia plena, con el corazón tranquilo, pero sobre todo, es necesario no tener miedo de llegar, de buscar un hueco y entrar, pues solo así la verdad se manifestará tan poderosa como un blanco loto surgiendo del fango.
La montaña soy yo misma.
Es fácil no ver ni escuchar, cerrar la mente y el corazón, es muy fácil estar dormida, buscar permanencia y ser ignorante, pero el llamado es mas fuerte, estoy despierta, estoy yendo al refugio, caminando lento, atravesando con paciencia los obstáculos, creando condiciones, acortando la distancia, construyendo a cada paso la llegada...
(V)

1 comentario:

El camino se llena de flores dijo...

Hoy, septiembre del 2011...sigo creyendo que la montaña soy yo misma