sábado, 11 de octubre de 2008


Deseo descansar bajo la sombra del tamarindo.
El otoño aparece lentamente, me agradan las noches silenciosas.
Preludio a la siesta de un fauno en mi memoria, los pies dentro de la tina, la tierra en las bolsas y la coincidencia, cinco cómplices para un instante, efímero y volátil. La tierra desgastada y el precioso hallazgo: el corazón dentro de la piedra, perfecto, profundo.
Mi cumpleaños y el pastel de chocolate, receta inglesa. El círculo de los chamanes. El té caliente después de meditar. La caminata por el monte. Los vidrios dejándose mover por el viento. La valenciana vibrando. El polvo, el cadáver de un perro a la orilla del sendero. Los violinistas. El pan de Ofelia. Las manos de Lola. Los elefantes. La compañía y protección de Ninji. El oráculo del cuervo. La danza... siempre la danza. El milagro de la vida, la constante sorpresa. Apertura y amor. 
Recuerdos que producen en mí, la misma sensación como cuando descanso bajo la sombra del tamarindo...
Que el universo mueva y renueve sus partículas y así, una vez más, volvamos a coincidir 

(V)

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